Editar en tiempos de guerra y paz
Vivian Lavín conversó con el editor y fundador de LOM Ediciones, Paulo Slachevsky sobre la ríspida escena editorial chilena.
Es reconocible por su talle de hombre alto y delgado quien se pasea por el libro y la lectura nacional desde hace más 26 años por la industria editorial, a partir de la creación de la editorial LOM. Un emprendimiento familiar que junto a Silvia Aguilera han consolidado como establecen “un proyecto de carácter cultural que fomenta la lectura, la creación, la reflexión, la memoria y el pensamiento crítico a través de la palabra escrita”. Él es Paulo Slachevsky quien, desde LOM, ha publicado más de 1500 libros que los tienen como una de las editoriales independientes más sólidas de la nuestra industria. Libros que hablan de un compromiso con la bibliodiversidad y la pluralidad de voces que han permitido conocer el pensamiento de figuras que hoy son ineludibles como un Tomás Moulián, Gabriel Salazar, Elicura Chihaulaf. Vamos a conversar con Paulo quien ha tenido, también, una importante trayectoria como presidente (ex presidente en este minuto) de la Asociación de Editores de Chile.
Bienvenido a este ciclo del libro en Vuelan las Plumas, Paulo, ¿cómo estás?
Gracias Vivian. Muy bien.
Hablemos de la dispersión gremial. Ya tenemos una dispersión cultural importante pero ¿qué ha pasado con el asunto gremial? Históricamente, teníamos una Cámara, luego, a partir del año 2000, surgen los editores Independientes, después surgió una Furia del Libro y ahora surgió otro órgano más, una Corporación donde están las trasnacionales que eran las que habían causado la pelea. ¿Cómo ves tú hoy día, como ex presidente, la situación gremial del libro en Chile?
Yo encuentro que hay un escenario bien interesante y hay más actores pero, también, marcan cada uno sus posiciones. Yo creo, por ejemplo, que hoy día que se está implementando la política nacional del libro, que fue un anhelo desde los inicios de la Asociación de Editores, que quede claro cuáles son cada uno de los actores es importante y relevante. Hay un gran sociólogo francés, Pierre Bourdieu, que escribió, cuando se inicia este movimiento de editores independientes en Chile y el mundo, un trabajo que definía el campo editorial y decía esencialmente que en el campo editorial, así como en el campo literario en general, se enfrenta el polo del dinero y el polo del arte, de la cultura, y en Chile, claramente, vivimos ese enfrentamiento. Por un lado, los editores independientes que están reunidos en dos asociaciones: Editores de Chile, que reúne a editores independientes y universitarios, y la Furia del Libro, que congrega a muchas editoriales, la mayoría de reciente creación. Y por otro lado, lo que era hasta hace poco una asociación, que es la Cámara del Libro que, esencialmente, estaba dominada por las multinacionales del libro, es decir, grandes empresas transnacionales cuyos intereses en Chile es hacer negocios a través del libro, también reunía y reúne a libreros y distribuidores pero la Cámara se dividió. Salieron buena parte de las multinacionales, formaron lo que hoy día se llama – aunque no sé si está legalmente constituido aún- la Corporación del Libro y la Lectura, que no deja de ser divertido el nombre porque es un eufemismo pues detrás está lo que por excelencia podría llamarse el polo del dinero del campo editorial en Chile.
Cuando ustedes se formaron como editores independientes, universitarios y autónomos, la razón por la cual salieron de la Cámara fue, justamente, el rol hegemónico que tenían las trasnacionales. ¿Se podría pensar que ustedes pudieran volver a la Cámara?
No todos los que formamos la Asociación de Editores de Chile éramos parte de la Cámara. Hay varios que sí lo eran. LOM Ediciones nunca participó en la Cámara. Fuimos una marca de la resistencia frente a esta lógica del comercio en el ámbito de la cultura. En ese sentido, esa tensión que surge en el origen de la Asociación de Editores podríamos decir que se mantiene. Al salir gran parte de las multinacionales de la Cámara, esta podría empezar a jugar otro rol pero, más que integrarse unos editores o una asociación a la Cámara, yo creo que hay que, como en Argentina, fundar algo que esté, que reúna, que haga acciones comunes en las diversas asociaciones. Por ejemplo, la Asociación del Libro en Argentina reúne a la Cámara del Libro y otra asociación de editores que hay y en conjunto preparan la Feria del Libro. Es decir, cada uno tiene su carácter, hay cosas en las que se encuentran, cosas que no, pero la Feria del Libro la organizan en conjunto, en el marco de esta Fundación.
Hablamos de la Cámara como el gran organizador de la Feria del Libro y ese es uno de los puntos que hoy día está más en disputa. ¿Qué va a pasar con una feria que, al parecer, ya estaría bastante delineada pero a la que falta el programa cultural que debiera ser la columna vertebral? El año pasado hubo una linda feria con los nórdicos pero claramente, me imagino, que la vara se quiere subir y no bajar. ¿Cómo va esa situación, en qué está?
Hoy día está en cuestión cómo va a ser la Feria de Libro 2016, tanto la Furia del Libro como la Asociación de Editores de Chile decidieron no participar si las condiciones siguen iguales. Nosotros creemos que, evidentemente, la feria del libro es un espacio importante en torno al libro en Santiago y para el país en general. Creemos que hay que potenciar ese carácter de fiesta del libro pero no podemos, al final, aceptar que cada vez más tenga un carácter de fiesta pública del libro y sea, esencialmente, al mismo tiempo un negocio de la Cámara del Libro. Es decir, hay de más en más fondos públicos directos e indirectos involucrados en la feria cada año. El año pasado se dieron pasos importantes en ese sentido, con mucho apoyo de parte del Consejo del Libro para impulsar, justamente, acciones de todos los actores del mundo del libro pero, en la organización misma de la feria, sigue la Cámara marcando un carácter comercial. Si uno mira, por ejemplo, la feria del año pasado que, hay que reconocer, que ha habido una gran voluntad participativa por parte del presidente de la Cámara, Alejandro Melo, que se mejoró el espacio donde están los editores independientes pero, en el fondo, seguía siendo una feria de apartheid cultural. Por ejemplo, yo me di el trabajo de medir el espacio (en la carpa y atrás) que tenían las 50 o 52 editoriales independientes versus el espacio que tienen nueve grandes sellos editoriales o distribuidoras al centro y hay una diferencia de espacio de uno a veinte y esa desigualdad que se respira en el país, en el mundo de la cultura no queremos seguir aceptándola. Ese es una de los grandes temas.
Porque tampoco se trata de que el que tenga más plata se compre la feria entera porque si no mejor que Random haga una feria del libro solos.
Sí, porque la final la Feria se tiende a transformar en un mall del libro y cuando hay políticas públicas involucradas, va la presidenta, van los ministros y se le da un carácter público, la Estación Mapocho no le cobra a la Cámara del Libro, reciben importantes sumas por donaciones culturales que son, al final, platas del Estado, impuesto que no se paga. Creemos que hay que dar un paso significativo para que la Feria sea pensada más conjuntamente tanto el tema del espacio, como el tema de la entrada. Por ejemplo, hace dos años están cobrando entrada para el lanzamiento y creemos que eso no es posible. Es decir, la idea es que vaya gente a la Feria. También, buscar cómo reducir el precio de la entrada. La idea es que la Feria no sea solamente una espacio donde solo vaya gente que tiene recursos económicos sino aumentar a sectores más populares que puedan acceder y acercarse al libro pero si cada año se suben los precios, cada vez se limita más y la barrera de entrada es más grande. Entonces, hay una serie de temas que los ha planteado la Furia del Libro, lo ha planteado la Asociación de Editores y hoy en día están en discusión. Esperamos que podamos llegar a un acuerdo y avanzar realmente hacia una Feria de todos y para todos, para el libro en Chile, y no esencialmente una Feria para las multinacionales y para la Cámara.
VL: Paulo, tú has sido una de las personas que ha tenido mayor voz y claridad para hablar de lo que significa la necesidad de tener una política del libro y de la lectura en nuestro país. Finalmente la tuvimos, después de un proceso bastante inédito, muy participativo, el año pasado, sin embargo, pareciera que hay quienes desconocen ese proceso. Me gustaría que desarrollaras la idea de cómo ves tú esta política de la lectura y el libro en nuestro país.
Bueno, es la segunda vez que un gobierno presenta una política nacional del libro y la lectura. En el gobierno anterior de la presidenta Bachelet se lanzó la primera política, lamentablemente esta quedó como un papel, un documento y nunca fue implementada. Nuevamente, bajo este gobierno, se elaboró una política recogiendo, evidentemente, mucho de lo anterior y se empezó a implementar en el día del libro del año pasado. Hay un proceso de implementación participativo. Hay, por ejemplo, comisiones que funcionan dentro del Consejo del Libro donde hay personas de las instituciones públicas, de los diversos ministerios que tienen vinculación con la política, y de la sociedad civil: de las asociaciones del mundo del libro, de los escritores, de los bibliotecarios, y nos parece que es absolutamente fundamental llevar esto con mucha fuerza. Lo que pasa con el libro es, un poco, lo que pasa con el país en la política en general. Es decir, como que se hace política para la coyuntura, para el día y a día y no se hace política de país, política de Estado para resolver de fondo los problemas que tenemos como sociedad. El tema del libro y la lectura está al centro y es una condición necesaria para enfrentar muchos de los problemas que tenemos como país. Por ejemplo, la calidad de la educación, por ejemplo, el tema de la desigualdad, por ejemplo, el tema de la democracia. Es decir, pensar en un proceso constituyente, con participación, sin una ciudadanía que comprenda lo que lee es difícil que sea realmente un proceso participativo y es difícil que sea un proceso transformador. Por eso es tan importante que fortalezcamos todo el círculo o cadena de la creación, de la producción cultural a través de la palabra escrita y la comprensión lectora en el país y eso busca la política del libro, una estrategia sistémica que a través de una serie de medidas busca dar un salto cualitativo, abrir un círculo virtuoso para el libro y la lectura en nuestro país. Y yo creo que ahí hay que poner el centro de la acción del Consejo del Libro y la Lectura, mucho más allá y con mucha más fuerza que en los fondos concursables, que en la misma feria que, sin duda, es un tema importante pero no es el tema central.
Todos quienes estamos en el mundo no solamente del libro sino que los ciudadanos de este país, debemos tomar conciencia de que existe una política nacional del libro que tiene un plan de lectura porque es la manera como se aterriza esa política que está funcionando. Lo interesante es que de manera inédita, también, contiene seguimiento, estudios y evaluaciones de lo que ha significado y se espera que pronto se haga al menos un recuento, una mirada a lo que ha sido.
Sí, de acá a unos meses correspondería hacer una primera etapa de evaluación de los avances y eso nos parece fundamental y es la gran diferencia con lo que pasó la vez anterior. Si no hay un proceso de evaluación, un proceso de seguimiento y si este no es participativo, es muy difícil que esto se lleve adelante porque no depende de un solo actor. Sin duda, es fundamental la acción del Consejo del Libro y la Lectura pero es fundamental, también, la acción del Ministerio de Educación. Es fundamental, para salir con el libro hacia afuera, la acción de DIRAC y Ministerio de Relaciones Exteriores y, por supuesto, es fundamental la acción de los libreros, escritores, editores y lectores en general. Yo creo que tenemos que, de más en más, tomar conciencia del rol que tiene este tema en la sociedad en su conjunto y no es un tema solamente de interés de aquellos que hoy día tienen acceso al libro.