El aguafiestas
Juan Radrigán no fue a la escuela porque no lo necesitó. Allí estaba su madre profesora, en cuyos ojos tristísimos aprendió a leer, como también estaban los parajes del sur, las secas tierras del norte y en los cientos de rostros y cuerpos averiados por una implacable pobreza, como la ha expresado. Este particular ejercicio lector fue la cantera, donde se fue forjando de manera muda y brutal la voz narrativa de uno de los dramaturgos esenciales de nuestra historia reciente.
Juan Radrigán se dedicó a leer escuchando, hasta que comenzó a hablar como dirigente sindical, luchó por sus compañeros de trabajo y quizás fue allí donde comprendió, que lo hacía no sólo en representación de los trabajadores de una empresa textil, sino de todos los marginados, los desposeídos, los desahuciados, los muertos de nuestro país. Y aunque dice que no sabe cómo nació esa necesidad imperiosa de juntar palabras; lo cierto es que está afición lo condujo por un camino que nunca imagino. Y mientras siembra palabras no se cansa de cosechar reconocimiento como uno de los hijos predilectos de nuestra república: Premio Nacional de las Artes de la Representación 2011.
Los invitamos a escuchar y ver esta significativa entrevista con Vivian Lavín en la Sala Master de Radio Universidad de Chile.