Entrevista a María José Ferrada

In memoriam de esos niños

La escritora y periodista, María José Ferrada, conversó con Vivian Lavín acerca de su libro "Niños", editado por Grafito Ediciones. Además, nos contó sobre su trabajo en el portal web Chile para Niños y adelantó detalles de lo que será su próxima publicación.

Curiosamente el título del libro de María José Ferrada que se llama Niños, exhibe en su portada la  palabra quebrada...Ni-ños, un concepto breve que implican esos años iniciales de la vida humana, pero  que aquí aparece cortada en dos y flotando sobre un gran fondo azul, como un océano desde donde  emergen estas personitas.

Niños es un libro que supera la categoría de literatura infantil en la que está corseteada su autora. Es un libro que en lenguaje poético describe breves instantes de la niñez de esos 34  menores que aparecen en los informes de víctimas de la dictadura militar. Una obra que se  complementa con las ilustraciones de  Jorge Quien, el que con trazos negros  y azules materializa a esos mártires  olvidados de la historia reciente de nuestro país.

María José Ferrada es autora de otros libros, como Un mundo raro y El baile diminuto con la editorial Kalandraka, o El árbol de las cosas. Todos ellos llevan el sello de quien se ha sumergido en la cultura japonesa: son breves, poéticos, esenciales... como los haikus.

María José ha sido reconocida con importantes premios en nuestro país, como el que entrega el Fondo del Libro y la Academia Chilena de la Lengua.

En estos momentos, se encuentra sumergida en la historia de su padre, un vendedor viajero a quien acompañó en un oficio que le permitió conocer a las personas más divertidas de su vida.

María José quisiera conversar sobre el tono de tu escritura. Ahí se respira una cadencia, un ritmo del tiempo muy diferente al que se acostumbra en la literatura infantil. Me gustaría saber si tiene que ver con la influencia japonesa, con lo que tú has estudiado.

Yo creo que sí. Yo estudié Estudios Asiáticos y me especialicé en literatura japonesa y en un periodo muy temprano de esta, que es cuando las mujeres japonesas empezaron a escribir ficción, desde los diarios a la ficción. Estamos hablando del año mil más o menos. Es una lectura que me gusta mucho. Entonces, yo creo que, claro, no tiene nada que ver con el ritmo de las lecturas a las que uno está más acostumbrado en ficción. Esas lecturas se van quedando siempre en la escritura. No es que uno planifique que va a escribir de cierta manera pero sí los ritmos, los tonos, se van colando. Yo creo que es una sola cosa lo que uno lee y lo que uno escribe. Voluntaria o involuntariamente hay una percepción del tiempo, del ritmo, que tiene que ver con esas lecturas.

María José Ferrada tiene muchos libros pero vamos a hablar de uno que es el que ha tenido los mayores premios y más resonancia no solo en Chile sino que también en el extranjero. Ni-ños es un libro que, de manera bastante ingenua, uno puede aproximarse y se encuentra con brevísimas imágenes y textos en torno a 34 niños y, solo al final, uno se da cuenta de que es un libro escrito “a la memoria de los niños ejecutados y detenidos desaparecidos durante la dictadura chilena”. Luego, viene la lista, nombre y apellido, de cada uno de ellos y la edad con la que murieron. Este es un prontuario que está ignorado aún. ¿Cómo llegaste tú a esos niños?

Yo llegué a propósito de una conversación sobre la violencia en contra de los niños debido a lo que sucedía con los niños mapuche. Ahí, una de las personas con las que estaba conversando dice: “Bueno, qué nos impresionamos tanto si este siempre ha sido un país muy violento con los niños. Desde la pobreza, donde el sector más afectado son los niños, es algo que no nos debería afectar tanto. Y están, también, los niños que murieron durante la dictadura” Y yo no sabía de niños muertos en la dictadura. Me quedé pensando en eso y llegué a mi casa a buscarlo en internet y era muy difícil dar con el informe. Aparecían casos pero no un informe. Había una cosa que había hecho el PIIDE, que tenía un listado, pero empecé a ver que ese listado no concordaba con otros listados que aparecían. Entonces,  una primera cosa que me llamó la atención del tema fue lo marginal y lo olvidada que era esta memoria de la infancia, tal vez por lo dura que es.  Yo trato de explicarme por qué está tan olvidado y es la única forma en que me lo logro explicar.

Estamos hablando de Alicia Aguilar que fue ejecutada a los seis años; de Magda Ayala a los dos años; Alejandra del Carmen Berríos, un mes; de Jaime Cáceres, 11 años; Samuel Castro, 13 años; Eduardo Cerda, ocho años; Mercedes Corredero, nueve años; Lorena Escobar, tres años; Gabriel Flores, tres años; Nadia del Carmen Fuentes, 13 años; Francisco Fuenzalida, 12 años; Rafael Gallardo, seis años; Héctor González, ocho años; Felipe Gutiérrez, dos años; Nelson Hormazabal, dos años; José Jara, 13 años; Marcela Marchant, ocho años; Marco Antonio Navarrete, 10; Luz Painemán, un mes; Carmen Pizarro, 10 años; Jessica Rifo, nueve; Hugo Rodríguez, ocho; Jaime Rojas, nueve años; Orlando Sáez, nueve años; Susana Sanhueza, tres años; Raúl Sepúlveda, cinco meses; Paola Torres, tres meses; Soledad Torres, cuatro años; Macarena Torres, seis años; Claudia Valenzuela, seis años; Elizabeth Venegas, 13 años; Carlos Fariña, 13 años; Sergio Gómez, detenido desaparecido a los 11 años de edad. Este es un prontuario que duele. Entender, saber e identificar a niños que murieron y que fueron ejecutados durante la dictadura es una de las maneras más horribles de invisibilizar la crueldad que todavía se cuela en nuestra historia.

A mí todavía me cuesta escuchar el listado o mirarlo. Yo creo que esa fue una de las motivaciones, por lo doloroso que es enfrentarse a ese listado. Yo, muchas veces, no quise seguir con el libro pero también pensaba que es muy terrible que un niño pase a la historia en un listado del terror como este. Entonces, con los mínimos recursos que tiene un escritor, un ilustrador y una editorial pequeña, tratamos, por lo menos en la primera parte del libro, que ellos estuvieran en su infancia que era donde tenían que haber estado. Los niños tienen que estar ahí. Los personajes del libro están jugando con insectos, con el hermano, con el amigo imaginario…

Me gustaría que leyeras algunos de esos versos porque el gesto que tú haces es absolutamente revolucionario, sacarlos de esa lista del horror para eternizarlos en su propia infancia, es maravilloso. De esta forma, quienes lean esto, entenderán de lo que estamos hablando.

Alicia.

De todos los regalos que le han dado este cumpleaños prefiere los globos con los que han adornado la casa para la fiesta porque si vuelan, si abre la ventana y los echa a volar, será como hacerle un regalo al viento, porque el viento también debe tener un día de cumpleaños aunque no lo sepamos, debe tener.

Gabriel

Le gusta imaginar que las estrellas son agujeros en el cielo, que cuando el sol se esconde, la tierra queda cubierta por un abrigo negro. Es tan antiguo que tiene agujeros, por eso la luz.

Nadia

Con la lluvia de la tarde se formó un pequeño río que corre por la orilla de la vereda. Depositó en él tres barcos de papel. Los vio alejarse hacia el fin de la ciudad. Si seguía lloviendo así, calculó que tardarían dos días en llegar al mar

La manera como tú abordaste el tema fue absolutamente libre, no es que tú hayas ido con las familias.

Cuando ya dimos con el listado, cosa que no fue nada de fácil, porque en los dos informes, el Rettig y el Valech, están las listas pero no están separados por edad. Entonces, lo que había que hacer era ir con el cursor mirando todas las historias hasta que te aparecía cierta edad que, en este caso, era menor de 18 años. Pero lo revisabas de nuevo y no calzaba. Entonces, pasamos un año entero tratando de llegar a la lista hasta que nos ayudó Victoria Baeza, una mujer que por mucho tiempo trabajó en la Vicaría de la Solidaridad y sigue muy vinculada a temas de Derechos Humanos. Ella fue muy importante para mí porque fue la que envió a distinta organizaciones, chequeó el listado y me dijo, finalmente: “Estos son. Esto ya está conversado con el Instituto de Derechos Humanos, con la Vicaría. Estos son los niños que incluyen estos informes”. Porque también hay niños que estos informes no incluyen.

Exactamente. Yo he tenido información de que son muchos más que 30 niños.

Muchos más. O sea, se dice que son cientos. De hecho, el libro La infancia del Chile republicano habla de ciento y tantos niños. Además, como algunos eran niños muy chiquititos, las familias ni siquiera denunciaron.

¿Por qué decidiste tomar de manera libre a cada uno de ellos, imaginar la edad que tenían y un momento que podrían haber vivido y estamparlos así en tu libro?

La primera decisión que tomamos fue con la edad. Dijimos: “Vamos a hacer el corte en 14 años”. O sea, ahí hay niños hasta 13 años porque consideramos que eran indudablemente niños. La mayoría de estos casos fue muerte por la violencia imperante del periodo; niños que salieron a escuchar los ruidos y les llegó una bala perdida; niños que murieron cuando fueron a buscar a uno de sus familiares; niños que murieron en las primeras protestas. Hay muy pocos casos en que fueron disparos directos pero hay un par. La segunda decisión, que fue no contactar a las familias, tuvo que ver con que en estos temas hay dos tipos de dolores diferentes, uno es el dolor personal que tengo yo si tengo un hermano, un padre o una madre muerta en dictadura, y otro es el dolor colectivo. Yo siento que esto a mí me toca como un dolor colectivo.  Los niños del informe sí son mis niños. Sí son una herida mía como chilena pero yo soy muy respetuosa de la otra herida, la herida personal. Entonces, yo no sé cómo las personas enfrentaron ese dolor y en qué proceso están con ese dolor. Tal vez había gente que no quería recordar, tal vez había gente que le había costado mucho olvidar y esto iba a ser escarbar de nuevo en eso y yo tampoco tenía las herramientas para contener lo que podría haber derivado de despertar ese recuerdo. Ahí decidí recrear la infancia porque, en el fondo, esto es una violación contra estos niños determinados pero también es una violencia contra la infancia que se sigue ejerciendo en el Chile de hoy. El tema de los niños está muy silenciado en este país. Cuando salen las encuestas de pobreza, son los niños los más afectados y nadie se hace cargo de eso, pasan los años y nadie se hace cargo. Tenemos una secretaría de la infancia pero no sabemos qué es lo que hace.

Es ese este Chile que intentamos construir. Con las ganas de poder superar muchas cosas pero también con el dolor de saber que se avanza un paso y uno se da cuenta que no se está donde se creía sino bastante más atrás pero, justamente, son libros como estos los que nos sensibilizan, nos ponen en otro lugar y permiten mirarnos con más honestidad.

Claro, es como los traumas funcionan, también, en las personas. En la medida de que no seamos capaces de verbalizarlo, de nombrarlo, difícilmente nos vamos a poder hacer cargo y vamos a poder sanarlo. En eso el arte ha ayudado, ha tenido un papel.

Tú siempre eres presentada como escritora de literatura infantil pero tienes formación de periodista y, hoy día, desarrollas un trabajo que es muy interesante. Se trata de lo que haces en Chile para niños. El trabajo que desarrollan allí y lo que hay es maravilloso. Yo he hablado muchas veces de Memoriosa, el búho Medina…

Y la mariposa que es la que viaja por Chile y les van contando.

Recientemente han publicado un libro que es una mirada tan distinta y preciosa a lo que puede ser un rescate patrimonial. Estamos hablando de Claudio Gay, este biólogo que estuvo en Chile a mediados del siglo XIX. Este francés que viene y se maravilla con nuestra flora y fauna y la dibuja, la describe. Lo que hay de su trabajo son estudios más formales pero ustedes lo presentaron de una manera maravillosa, con textos tuyos en los que aparece el cuaderno perdido de Claudio Gay. Cuéntanos un poco de eso. ¿Cómo se llega a este cuaderno?

Si van a nuestro sitio www.chileparaninos.cl encontrarán no solo el cuaderno de Claudio Gay sino muchísimos otros documentos que tenemos. Este y el de Gabriela Mistral son los únicos de producción nuestra, aparte del libro de Memoriosa que se hizo para los 200 años de la Biblioteca.

Bueno, este fue un cuaderno que encontró el búho Medina, que vive en la biblioteca, y que lo que hace es contar cómo Claudio Gay se maravilló con estas especies cuando las vio por primera vez. O sea, no sabía si era una lagartija o un dinosaurio pequeño lo que él estaba viendo y fue anotando, lo fue siguiendo, asombrado. Claudio Gay o cualquier persona que viaja o investiga, comparte con los niños esa capacidad de maravillarse y alucinarse e insistir en esa mirada sobre el mundo, sobre las cosas. Entonces, tuvimos mucha suerte porque el búho Medina, que es muy curioso, encontró este cuaderno y nos lo llevó. Nosotros comprobamos que la información que aparecía en el cuaderno estuviera bien gracias a unos científicos muy amables de la Universidad Católica, del CAPES, y lo pusimos a disposición de nuestro público, de los niños, para que todos puedan conocer este hallazgo maravilloso que hizo nuestro búho.

Cuando uno está con niños no quiere decirles: “Vamos al computador” porque pasan en eso pero hay que mostrarles ciertas cosas y qué lindo poder hacerlo en conjunto.

La idea de Chile para niños es, también, que todos los minisitios temáticos contienen una actividad cuya idea es que el niño salga del computador a hacer la actividad fuera.

Como “dibuja y calca”. Calcar, para los que somos antiguos, es lo máximo.

Y todavía. Los niños se encantan con eso y muchos me han comentado que lo han pasado muy bien.

Ustedes ahí han logrado dar con el tono de ciertas actividades para que los niños busquen información, se nutran pero después, también, vayan a la naturaleza, vayan al mundo real a vivir, a experimentar.

Nosotros pensamos que las nuevas tecnologías son una tremenda herramienta pero tenemos que saber cómo no quedarnos solo ahí y salir fuera. Que sean herramientas para enfrentarnos mejor, conocer mejor nuestro mundo.

Ahora quiero ir a esa María José chiquitita que acompañaba a su papá. Tú ahí tienes un cofre, un cúmulo de experiencias que viviste a través del viaje por el oficio de tu padre como vendedor viajero y eso es lo que te está inspirando para escribir otro libro. Me gustaría que contaras algo de eso porque en tu propia vida estás experimentando lo que significa el cambio de época.

Claro, los niños de ahora son muy distintos a los niños de antes. Yo tengo 39 años y es otra infancia. Por eso nos cuesta y en Chile para niños pensamos mucho en cómo hacer las cosas porque, en realidad, nuestro público maneja mejor las tecnologías. Entonces, ahí ya hay un desafío grande.

En mi época la tele era en blanco en negro y sin esta conciencia de que los niños no vieran tele. Te dejaban un día entero frente a la tele y, más encima, los papás llegaban a fumar encima de la cabeza de uno. Entonces, era otro mundo que tenía su belleza también. No era un mundo tan ordenado, era un poco caótico. A mí me tocó vivir todo ese silencio de la dictadura. Yo vivía en Temuco y mi padre era vendedor viajero. Yo era hija única del matrimonio de mi padre y mi mamá. Mi papá me llevaba a vender, por ejemplo, en las vacaciones y a mí me gustaba mucho acompañarlo. Era un mundo muy divertido. En ese tiempo yo iba al café con ellos. Ellos tomaban café, fumaban sus cigarros y no había ese cuidado de que los niños “no se enteren de esas cosas”. Los vendedores viajeros eran unos zafados entonces les daba lo mismo, contaban sus historias, de que habían estafado a no sé quién y se morían de la risa y ahí, claro, yo me moría de risa también. Al principio era la historia de esta niña que fumaba también y que es un guiño a una película que se llama Luna de papel, que también es de un vendedor y una hija. Se lo mandé a mi editora infantil y me dijo: “No, esto no es infantil –con esas categorías que son así como muy estrictas- porque los personajes son políticamente muy incorrectos” Y claro, porque eran así. En ese tiempo no se protegía tanto a los niños. Entonces, esta niña cuenta, justamente, eso.

¿Se está protegiendo mucho la literatura infantil?

Yo creo que sí. Una, se trabaja con un prototipo de niño que es bastante irreal. Los niños se enteran más que nosotros y por el mismo acceso a las nuevas tecnologías. O sea, hoy día ellos no están protegidos de la realidad pero sí la literatura siempre ha sido una forma de reflexionar en torno a la realidad y en eso somos súper cuidadosos pero con la realidad no.  Entonces, hay una contradicción que no se entiende muy bien.

Y en esta protección que tenemos ¿cómo la sientes? ¿Ves peligro en ello?

En la sobreprotección veo un poco de ingenuidad de parte de los adultos porque, en realidad, los niños se enteran de todo. Ellos van a hacer su camino por la vida igual. Yo creo que tampoco los padres tenemos tanta injerencia, los adultos, profesores o quienes estamos en contacto con los niños. El libro Niños, por ejemplo, que habla de los niños detenidos desaparecidos, mucha gente me decía: “No, eso no se lo puedes mostrar a los niños” ¿Pero cómo no se lo puedo mostrar a los niños si eso pasó?

Te ha costado que este libro llegue a otros niños, en definitiva.

No tanto. También ha tenido una buena recepción. Hay gente que incluso agradece que estos temas se estén tocando pero, claro, siempre hay sectores más conservadores que piensan que ojalá a los niños solo les habláramos de duendes. Son preciosos los duendes y esas cosas pero tenemos que tener, también, más libertad creativa los que trabajamos con este público y eso no siempre se nos permite.