La excelencia y la furia de editar libros en Chile
Vivian Lavín conversó con Verónica Uribe, fundadora de las editoriales Ekaré y Ekaré Sur y con Marcelo Montecinos, presidente de la Cooperativa de Editores de la Furia, sobre su quehacer como editores y las particularidades de este oficio.
No solo Alejandro Aravena, el arquitecto más premiado en la historia de esta disciplina en nuestro país, ha puesto el nombre de Chile en la órbita internacional de la excelencia en estos días. Un día antes que el líder de la oficina Elemental pronunciara un emotivo discurso en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, en la ciudad italiana de Bolonia, la editora y escritora chilena Lola Larra, o Claudia Larraguibel, era parte del grupo de EKARÉ que recibía el Premio a la Mejor editorial infantil de Centro y Sudamérica en la Feria del libro infantil de Bolonia, en Italia. Se trata de la más importante cita de la literatura e ilustración en el mundo y esta chilena representaba a su madre, la editora Verónica Uribe, una de sus fundadoras, quien hace casi 40 años inició una de las iniciativas culturales de mayor impacto en nuestro continente. La Feria del Libro de Bolonia puso sus ojos por tercera vez en el trabajo desarrollado al sur del mundo por una las editoriales que llevan el sello de la solidaridad entre nuestros pueblos.
Ekaré es una editorial que nació al alero del Banco del Libro de Venezuela, uno de los proyectos de fomento lector más decisivos de ese país y de Latinoamérica al que llegó la chilena Verónica Uribe en el año 1974, cuando se radicaba en ese país con el fatídico pasaporte rojo marcado con una gran letra L.
Verónica Uribe llegó a la tierra natal de Simón Bolívar y Andrés Bello, como exiliada junto a su marido y a sus tres hijos. Cuando ya llevaba cuatro años en el Banco del Libro fue llamada para fundar, junto a Carmen Diana Dearden lo que denominaron Ekaré, una editorial de literatura infantil con la visión del espíritu de esos tiempos marcados por el boom latinoamericano. Pero además querían hacer libros que tuvieran un sello en el que los venezolanos se pudieran reconocer. De ahí que se llamaron Ekaré, un vocablo que significa cuento, en el hablar de los Pemón, una de las 30 etnias que habitan el territorio desde muchísimo antes que se bautizara como Venezuela. Una tribu que habita la Gran Sabana, en la región de Guayana del Sur y a la que homenajearon doblemente, dedicándoles a sus niños el primer libro que publicaron: El Rabipelado burlado. Junto a este libro que tenía como protagonista a un marsupial endémico de nuestro continente con mucho apetito y mala suerte, publicaron La expedición, una obra de un autor italiano. Ambos libros marcaron el derrotero de Ekaré: libros para niños que buscaba dar cuenta de la plural y amplia identidad latinoamericana, como también la de entregarles los mejores cuentos del mundo traducidos a nuestro idioma, en ediciones espléndidamente ilustradas. Verónica Uribe permaneció en Venezuela hasta el año 1993, cuando el llamado de su propia tierra se hizo insoslayable y junto a parte de su familia, cuando algunos de los hijos crecidos en otras tierras las sintieron como propias, retornó a Chile donde funda Ekaré Sur.
Me gustaría partir cuando tú llegas al Banco del libro porque esta es una iniciativa que acá en Chile se conoce poco más aún en estos tiempos en que se habla de manera muy displicente respecto de Venezuela. Quisiera que nos compartieras qué es el Banco del Libro y la tarea que tú desarrollaste y cómo ves tú el legado que ha dejado para toda Latinoamérica.
El Banco del Libro fue fundado por un grupo de mujeres que, cuando retornó la democracia a Venezuela, después de la dictadura de Pérez Jiménez, estaban muy interesadas en la educación y sentían que esta era vital para el pueblo venezolano que había estado bajo una larga dictadura, para poder retomar y reformularse como ciudadanos. Eran todas voluntarias y cuando yo llegué, el Banco del Libro estaba en un proceso de crecimiento y de profesionalización. Había una curiosa mezcla de profesoras jubiladas y jóvenes rebeldes de pelo largo e ideas progresistas. Esta mezcla, aunque muchas veces chocábamos, dio como resultado un trabajo muy original de promoción de la lectura tanto a través de bibliotecas públicas, que no existían, con dotaciones especiales para niños y jóvenes y que se hicieron, después, a través del trabajo que hizo la Biblioteca Nacional, por todo el país hasta tener 600 bibliotecas públicas con salas infantiles. También un trabajo en los barrios con los famosos bibliobuses que llegaban a los barrios populares porque se dice que la biblioteca tiene un ámbito de influencia y la gente que vive lejos de la biblioteca no se acerca. Entonces, la idea era llevar los libros hacia aquellos sectores donde la biblioteca no tenía una influencia directa y estos eran los bibliobuses que, finalmente, terminaban creando una pequeña bibliotequita porque la demanda era tal que no querían una visita a la semana sino que querían tener la posibilidad de leer todos los días.
Sucede que el trabajo que empezaron a desarrollar, esto de llevar libros, también las condujo a editarlos y así surge Ekaré ¿no?
Claro. Cuando se dotaban estas bibliotecas ¿cuáles eran los libros que se tenían a la mano? Eran libros que, fundamentalmente, venían de España y que hablaban de una realidad que no tenía nada que ver con lo que rodeaba a estos niños, era muy distinto. Ellos pedían cuentos tradicionales a la hora del cuento y percibíamos una necesidad que no estaba cubierta por la edición en ese minuto. En Venezuela había habido iniciativas editoriales de libros para niños, una historia similar a todos los países latinoamericanos, pero no había habido una editorial que sistemáticamente publicara para niños y que perdurara en el tiempo. Ahí fue que tuve la suerte de que me señalaran con el dedo y me dijeran: “Tú te vas a hacer una pasantía a Estados Unidos” y a la vuelta se fundó la editorial junto con Carmen Diana Dearden, una venezolana que había estado en el exilio en Costa Rica, con la que nos unía eso, a pesar de que fuéramos muy distintas. Ella es una mujer impetuosa, llena de energía, audaz y, todo lo contrario, ella decía que yo era una “mosquita muerta”. Decía: “No quiero trabajar con esa mosquita muerta” pero finalmente terminamos haciendo un dúo que sirvió. Nuestras diferencias fueron útiles para hacer un catálogo que perduró en el tiempo con algunos libros que todavía se reeditan y que fueron publicados hace casi 40 años atrás.
Es impresionante como cuando se hace bien un trabajo este puede perdurar. Esa es la gracia de los libros. Yo contaba en esta introducción, donde resumía parte de tu dilatada trayectoria, tu compromiso con los libros y con los niños pero ¿qué pasó contigo cuando volviste a Chile? ¿Cómo surge Ekaré Sur?
Cuando llegué a Santiago de vuelta fue una experiencia maravillosa. En Caracas no hay vereda, entonces, poder caminar por la ciudad y retomar el contacto con rincones que no habían sido tocados en todos esos años fue estupenda. Durante esos años yo seguí trabajando, a través de internet, con Ediciones Ekaré pero sentí, cada vez más, la necesidad de incorporar al catálogo talento chileno, también porque yo sentía que mi relación con el país debía traducirse en mi trabajo. Yo lo decía no solo para mi caso sino también para los que habían emigrado de Caracas a Barcelona y que estaban viviendo una realidad distinta. Yo sentía que cada uno, tanto Venezuela, como Barcelona y acá, teníamos que desarrollar nuestros propios catálogos. Luego de insistir varios años en algunos libros que a mí me parecían importantes y que me decían: “No, porque acá no funcionarían”. Dije: “Creo que es el hora de yo hacer una editorial”. Aprovechando que estoy aquí y que puedo hacer la distribución de Ekaré y tener este respaldo porque iniciar el trabajo editorial solo es un camino arduo. Así comencé con La tortilla corredora, que es un cuento que lo recuerdan todos los niños que lo leyeron. Ese fue el primero y, curiosamente, aunque se suponía que iba a ser un libro solo para Chile, Ediciones Ekaré de Barcelona y Caracas lo tomaron también. Por eso ha circulado por todo el mundo ya que ellos se encargan de la parte de distribución y venta de derechos.
Lo increíble de este libro es que yo recuerdo haberlo visto y leído en inglés y esta tortilla, que uno podría pensar que es mexicana, no, es una tortilla de rescoldo.
Sí, es una tortilla de rescoldo y así aparece en el libro pero, curiosamente, ha sido muy exitosa en México e incorporada a unos programas del Estado mexicano. Ellos lo leen como su tortilla y los españoles lo leen como la tortilla de patatas.
Me gustaría que compartieras tu visión de la literatura infantil porque uno podría pensar que para editar literatura infantil basta con contar una historia, que esté bonito, que haya ilustraciones que motiven… pero tú tienes una mirada bastante profunda que me gustaría que compartieras.
Tratando de definir qué era lo que nos caracterizaba como editorial, creo que es el sentido de la lectura que tenemos. La lectura es un momento de intimidad, es un refugio y los libros que nosotros hacemos como editores tenemos la responsabilidad de que respondan a ese anhelo que tienen los niños de descubrir, de relacionarse con personajes y escenarios que no conocen pero que pueden imaginar y de ofrecerles una ficción que sea realmente verosímil. Una ficción que los emocione, que los haga viajar. Hay una frase de Michel de Certeau que dice que los lectores son viajeros. A mí me gusta mucho la idea de la lectura como un viaje, que dice que son viajeros que circulan sobre las tierras de otra gente, nómadas que cazan furtivamente en los campos que otros han escrito y me parece que ahí está el sello de lo que debe ser un editor. Yo me siento identificada con lo que dice Herralde sobre que hay una edición que es comercial y una edición que es cultural y nosotros quisiéramos estar en ese ámbito que es cultural.
Hay algunos libros de Ekaré Sur que son realmente preciosos, otros de Ekaré. Por ejemplo, uno que se llama Árboles.
Sí, traje estos libros porque se supone que el premio que recibimos es, indirectamente, un premio a la trayectoria pero también está anclado en la producción que ha hecho la editorial el año anterior y, entonces, traje algunos de ellos. Árboles es de una ilustradora y autora catalana cuyo seudónimo es Lemniscates y tenemos dos libritos de ella que son preciosos. Pero también están dos libros que surgieron en Ediciones Ekaré Sur y que fueron tomados por Ediciones Ekaré y fueron parte del catálogo del año pasado así que, aunque el premio es para Ediciones Ekaré, nosotros sentimos que hemos aportado con lo nuestro.
A propósito de títulos como El sol, la luna, el agua o Dónde estás Tomás me gustaría que pudiéramos hablar del rol del editor. ¿Cómo se hace un libro de estas características? ¿Cómo llega un cuento a convertirse en un libro ilustrado, en un libro para niños?
Se supone que la forma tradicional en que surge un libro es que la editorial se sienta a esperar que lleguen los manuscritos y, entonces, selecciona y aquel que le gusta, pues comienza a trabajar con él. No siempre es así, sobre todo en campos poco transitados como era, hasta hace un tiempo, la literatura infantil donde había pocos autores profesionales, que se hubieran dedicado largo tiempo a escribir. Entonces, las editoriales tienen que hacer un ejercicio un poco más fuerte de buscar manuscritos, buscar textos que puedan servir para transformarse y llegar a ser un libro ilustrado. Este cuento de la tortilla corredora, ya que lo pusiste de ejemplo, fue así. Yo recordaba mucho este cuento de chica y, como te comentaba, tenía mucho que ver con la realidad de esos tiempos, de hace 40, 50 años atrás, donde el hambre era cosa viva. Ya el hambre no está presente, entonces, esta tortilla que está preparando la madre pero que se escapa era un drama fuerte y es muy del campo, del campo chileno del sur.
Y apareció la versión de una señora del sur que tenía un final diferente, porque el cuento termina cuando el chancho se come la tortilla y los pobres niños se quedan sin nada. En este caso, los niños también se quedan con algo, la madre les prepara papas con arroz pero la tortilla sigue rodando por el mundo, buscando aventuras porque se trata de una tortilla aventurera. Entonces, bueno, tenemos el texto, un texto gracioso, de mucho movimiento y teníamos que buscar un ilustrador que sirviera, que funcionara con esta atmósfera. Y encontramos a Scarlet Narciso que es venezolana, trotamundos y que, en ese momento, estaba en Francia. Le preguntamos si le gustaba y, curiosamente, ella que nunca había estado en Chile, se documentó y dibujó unos personajes que parecen muy del campo chileno y nos gustó mucho su trabajo. Así surgió este libro. Ahora, hoy en día es muy común, como hay tanto desarrollo de la ilustración – y eso es una cosa curiosa, tarda mucho más en desarrollarse el ámbito de la autoría, o sea, de la creación literaria. Porque cuando uno ve un libro de estos uno dice: “¡Qué trabajo hay de ilustración!” Y sí, es verdad, lo hay pero el trabajo más difícil es crear una buena historia-, hay tantos ilustradores y tan buenos, muchas veces llegan los autores con su proyecto prácticamente listo. Se han puesto de acuerdo con un autor y hacen la propuesta que viene en una maqueta casi terminada. Hay casos de libros que llegan pero que nosotros cambiamos completamente. Ahí viene el trabajo del editor. ¿Dónde es que uno interviene? No solo cuando llega un manuscrito y uno hace la edición del manuscrito, porque es importante que el lenguaje fluya, que haya cierto ritmo y que haya, también, una cosa que muchos autores no se dan cuenta, un pasar la página que crea un ritmo. Entonces, a veces, hay oraciones larguísimas que tienen como dos o tres acciones en ella que es bueno ilustrar, entonces, tenemos que pasar la página. Tenemos que crear un ritmo: estamos leyendo, miramos la ilustración y pasamos la página.
Ahora me corresponde presentar a nuestro otro invitado y lo hago de la siguiente manera: “La Cooperativa de Editores de la Furia es una agrupación que reúne a más de 30 editoriales independientes de Chile. Fundada en 2013, sienta sus bases en el trabajo solidario con la finalidad de colectivizar los esfuerzos que realizan distintas editoriales en torno a pensar la cultura en nuestra sociedad y la industria del libro". Así reza la presentación institucional de uno de los fenómenos literarios más interesantes y rompedores de los últimos años. Un grupo importante de pequeñas y pequeñísimas editoriales que vinieron a cambiar el panorama editorial y el estado de salud del libro en Chile, produciendo libros a bajo precio de una cantera de autores que han venido a renovar la escena literaria y que venden en sus propias ferias...
Marcelo Montecinos es el presidente de este colectivo y me gustaría preguntarte, ahora que estamos hablando del rol del editor ¿cómo surge la Furia del Libro, antecedente de esta Cooperativa? ¿Qué es lo que los llevó a ustedes a transformarse en una Cooperativa?
Marcelo (M): La Furia del Libro, que la inventó y conceptualizó Galo Ghigliotto, surge a partir de dos realidades. Una, que es la existencia de un pequeño núcleo de pequeños editores que, de alguna manera, en un futuro nos iríamos conociendo; y se llama Furia del Libro en oposición a la gran feria FILSA, que es la gran feria del libro en Chile por la cantidad de gente que va, y por lo caro que siempre ha sido, para los editores chilenos, ir a esa feria. Entonces, el grupo de amigos de Galo le puso Furia en oposición a feria y ahí se armó la Furia del Libro como concepto. La realidad después se va alimentando con la presencia de editores como nosotros. La primera debe haber sido con unos 20 editores y cada año fue sumando más editoriales pero, lo más importante, es que fue sumando un público que uno pensaba que no existía: el público de 18 a 23 años. Yo estoy trabajando en esto del 97 y, hasta ese momento, cuando fue la primera Furia, no lo veía. Ese germen es el que, al final, nos hace conocernos y reconocernos entre los editores y se empieza intentar armar una especie de agrupación que terminó en la Cooperativa de Editores, una cooperativa de trabajo.
Le preguntaba a Verónica sobre esto del oficio de editor. Cuando ella dice: “Hay cosas que al autor hay que hacerle entender como, por ejemplo, el paso de la página en el caso de los libros infantiles” ¿Qué otras cosas no vemos y que están implícitas en el trabajo de un libro como estos?
Verónica (V): Sobre todo, algo que a mí me importa mucho, es la coherencia de la historia. Hay autores que llegan con historias que son muy entretenidas pero que tienen motivos ciegos, personajes que no se desarrollan bien y un lector objetivo puede hacerle ver y sugerir ciertos cambios, que el autor puede aceptar o no. Generalmente, por lo menos en mi experiencia, los autores, sobre todo los que tienen más trayectoria, son los más dúctiles, los que escuchan con más atención las sugerencias del editor. Los que son más jóvenes a veces tienen una relación tan pasional con su obra, entonces, les cuesta un poco más ver la mirada del otro. Entonces, creo que es buscar una cierta coherencia, una melodía que se desarrolle fluidamente de comienzo a fin. Y luego, en el caso del libro ilustrado, encontrar el ilustrador que entienda la atmósfera del libro, entienda los personajes y los que él tiene que sugerir, añadir y crear en la página.
Marcelo, ¿cómo llegaste tú a convertirte en un editor?
M: De casualidad. Por razones de familiares tuve que hacerme cargo del pequeño taller de imprenta de mi familia. Yo estaba estudiando literatura pero, también, siempre supe que iba a trabajar en ese ambiente, que no iba a doctorarme ni ser profesor de ninguna cuestión. Cada día la realidad de la imprenta era “la realidad”. Entonces, ahí, opté por armar un sello editorial. Ahora yo lo pienso y creo que en ese momento lo que yo quería era ser escritor y armé el sello para mantenerme conectado con esas conversaciones y esas lecturas. Después me di cuenta que no podía pensar en eso y me dediqué a editar y fui aprendiendo en el oficio mismo porque yo no estudié para editar. O sea, todavía no me considero un editor así como dicen que debe ser un editor.
Y lo que dice Verónica sobre los autores jóvenes ¿Cómo se hace ahí el rol de editor? ¿Cómo lo ves tú? ¿Cómo, los otros editores de la Cooperativa, ven a estos autores?
M: Por lo menos en nuestro caso, cuando partimos el 97 con la editorial y una revista cultural, estábamos pensando mucho que teníamos que construir a un lector debido a la crisis que estaba viviendo el país desde hace un buen tiempo. Entonces, nos planteamos reencontrarnos con la historia literaria chilena, en nuestro caso, lo que nos gustaba era la de los 30 y 40, y desde ahí hacer vínculos con los escritores más jóvenes, que eran contemporáneos a nosotros, o sea, desconocidos como nosotros. Entonces, en ese momento, no se dio lo que ahora se puede ver: ahora el autor joven – que yo creo que no existe. Yo creo que existe el autor a secas- cree que poco menos que acá hay una industria editorial y que todo está fluyendo. Entonces, hay mucho del ego que es natural pero también hay poca flexibilidad cuando se enfrentan a preguntas del editor respecto al texto o que si no te gustó el texto, se lo rechazas y también hay un problema ahí. Lo ven como de vida o muerte y no se dan cuenta que, sobre todo la literatura en Chile, es una maratón eterna. Entonces, hay mucho exitismo ahora y también de parte de los editores. La verdad es que estamos todos surfeando, no sé en qué, pero estamos todos en eso.
Cuando uno habla de la Cooperativa de la Furia, uno habla de un esfuerzo que vino a remecer la escena del libro. Estábamos acostumbrados a que los libros los editaban las editoriales más grandes y había solo algunos emprendimientos como, por ejemplo, Verónica Uribe con Ekaré Sur, y también otras pequeñas editoriales para niños que estaban bastante invisibilizadas hasta ese minuto, al igual que ustedes con la Furia. Había un mundo que no estaba visto pero, de pronto, estos dos mundos emergieron. Así, hoy día, lo más destacado es lo que se está haciendo en literatura infantil en Chile, pero también lo que está pasando con esta cantera. Porque es el trabajo de estas pequeñas editoriales el que ha permitido ver que hay un público que no existía y también hay autores de los que no se tenía registro alguno. Cuando a ustedes les toca mirar ese escenario ¿Cómo lo ven?
V: Yo creo que es refrescante. Es maravilloso. Está sucediendo en todas partes y creo que es la respuesta a una industria que se estaba transformando – es todavía- en una industria trasnacional, enorme, con una edición marcada absolutamente por lo comercial y se perdió el oficio del editor, que era el editor pequeño, familiar, que tenía una relación muy cercana con sus autores y que construía un catálogo que era, de alguna manera, su biografía. Eso se perdió totalmente y creo que la Furia del Libro, aparte de haber surgido como lo opuesto a feria, es porque también es una furia, una reacción furiosa contra lo que estaba pasando en el mundo editorial. No es de aquí, en todas partes están estas pequeñas editoriales que hacen un trabajo realmente innovador, original y que uno agradece como lector.
M: Sí, o sea, es semejante. La Cooperativa cataliza un momento de la edición chilena que necesitaba organizarse. En realidad, es respuesta a los editores y autores menores de 30, pequeños pero que unidos podían golpear mejor la mesa de la edición, de la política cultural, del poder. O sea ¿quiénes eran los que dialogaban con el poder en Chile? Solamente la Cámara del Libro. Entonces, cuando armamos la Cooperativa entramos a discutir, por ejemplo, el tema de salir a ferias externas y a decir que también había un mundo de editores que tenía a tantos autores y que necesitaban el espacio. Ahí es donde empieza a removerse, quizás silenciosamente al principio, pero que después estalla a través de la prensa, cuando nos ven en Guadalajara, en Buenos Aires o en Europa. O sea, estaban acostumbrados a vernos acá, en ferias chicas, y de repente se toparon con nosotros por allá. Cada editor es un mundo y si juntas a 10, 15 o 20 se multiplica rápidamente porque todos tienen mucho que decir, mucho que mostrar. Es muy parecido a un escritor o escritora. Entonces, eso va aumentando el arco de exclusión porque aparece como un estallido pero es, más bien, la constatación de una realidad que venía armándose de finales de los 90. Lentamente pero armándose. Nosotros, también, hemos podido dialogar bien con LOM, con Cuarto Propio, que son editoriales más grandes, que tienen otros conceptos, pero que igual hay conexiones donde podemos trabajar en forma semejante.
Ustedes han estado presentes en la Feria del Libro de Santiago pero el año pasado rompieron y dijeron que ya no van más.
M: Sí, no vamos más.
¿Van a centrarse en la Feria Social del Libro de La Granja?
M: Nosotros tenemos una gran deuda con las ferias que no están en el microcentro de Santiago y en el micro centro del país que es Santiago mismo. Nos cuesta mucho salir a ferias externas y, sobre todo, a las que son de las poblaciones acá en Santiago porque es una cooperativa con hartos editores y cuesta mucho armar una burocracia de trabajo. O sea, nosotros tenemos asambleas cada un mes.
¿Cuánto dura una asamblea de esas?
M: Racionalmente una hora después ya se empieza a deformar. Pero, como te decía, las ferias de las comunas las queremos tomar como responsablemente y armar un equipo que trabaje en torno a eso porque no podemos ir todos. Entonces, tenemos que armar una especie de muestra de la cooperativa. A partir del choque que tuvimos con FILSA, que más bien es con la burocracia FILSA , no con la dirigencia nueva que hay que es con los que mejor me ha tocado conversar y, lamentablemente, se termina mal. La FILSA es como una máquina en sí misma y nos cansamos de eso. Además, ya no es lo mismo. O sea, nosotros siempre hemos respetado mucho al público de FILSA que, según yo, hay como un 70 por ciento de personas que van una vez a encontrarse con los libros y ese público es totalmente disputable y nunca se le va a ningunear pero nosotros íbamos a esa feria cuando no teníamos ferias nuestras. Ahora existe la Primavera, la misma Furia y estamos armando otra feria, que parte este año en junio o julio, que le llamaremos Malón del Libro. Es un proyecto que es tener una feria invernal independiente. Entonces, también, nos estamos concentrando en eso.
¿En qué lugar piensan hacer el Malón?
M: En Infante 1415. Una dependencia de la Municipalidad de Providencia y que es como un centro social para la comunidad. Bajo techo porque es invierno. Estamos, entonces, construyendo esa feria y una comercializadora de libros, que es distribuidora y librería. Ambas están apoyadas por un Sercotec que ganamos. Eso también nos tiene bien consumidos.
¿Cómo distribuye Ekaré Sur?
V: A librerías distribuimos nosotros mismos y Liberalia nos hace las gestiones ante organismos del Estado.
¿El Estado es el mayor comprador de libros en Chile?
V: Sí, por supuesto
M: Para muchos editores funciona así. Sin el Estado no podría haber editoriales pequeñas.
V: Sí, tal cual.
Esa es una frase bien importante, ese es el titular.
M: No es mi caso en todo caso. Yo tengo imprenta y por eso me puedo salvar pero tengo amigos editores que sin las becas del Estado no podrían pagar imprentas.
Estamos hablando de las compras que hace el Estado para sus propias bibliotecas. Sin embargo, pareciera que es insuficiente porque, de todas maneras y como bien tú decías, pareciera que es un surf, es un deporte de aventura, un riesgo enorme. Hay quienes creen que esto es “grito y plata”. ¿Se gana dinero? ¿Se puede vivir del mundo de la edición infantil, Verónica Uribe?
V: Después de algunos años, cuando se ha construido un catálogo, sí. Modestamente pero sí.
¿Marcelo Montecinos?
M: La literatura es más difícil. Para números azules yo me demoré, teniendo imprenta, como seis años. Pero también sé que estoy en un nicho que no es comercial. Yo estoy en un negocio, eso lo sé. A mí no me gusta mucho eso de “soy un editor cultural”. La cultura está en subirse a la micro, o sea, no es privilegio de los libros. Yo estoy en un nicho que es complicado, mucha poesía y narrativa. En Chile, un best seller es mil ejemplares, tres mil ejemplares. Igual, yo nunca me he quejado. Elegí esto pero no aspiro a vivir de la edición literaria.
V: Es que es muy bonito.
M: Se sufre mucho también pero no es feo el trabajo, es bueno. Uno va aprendiendo a cada momento.