Caperucita se come al lobo
La escritora Beatriz García Huidobro comenta el polémico libro "Caperucita se come al lobo" de Pilar Quintana, editado por Editorial Cuneta.
Este breve libro de cuentos adquirió notoriedad porque fue adquirido para las bibliotecas escolares, para niños pequeños en circunstancias que es un compendio de relatos no solo para adultos, sino que ellos poseen un desparpajo y una sexualidad que obviamente espantó a los bibliotecarios cuando lo leyeron tras los comentarios de un chico que lo había sacado en préstamo. Una lástima que esta fama impensada haya invisibilizado a una narradora tan talentosa como Pilar Quintana, una colombiana que se formó en comunicaciones y que ha tenido diversos trabajos, cuestión que se nota en su forma de plantarse ante cada nuevo escenario.
Los cuentos son muy entretenidos, ágiles, compactos, con giros imprevisibles, escritos con un lenguaje directo, narrados en una línea de tiempo convencional. No poseen una propuesta estética compleja, sino que son funcionales a su objetivo. El ritmo de las narraciones, a pesar de lo vertiginoso, logra mantener el suspenso y dar en cada uno de ellos un giro imprevisible. Es evidente que la autora escribe porque le gusta, porque el lenguaje escrito es un medio legítimo para expresarse, porque siente que lo que cuenta va a estremecer o al menos entretener al otro.
Particularmente interesante resulta la falta de machismo que hay en estas breves historias, las mujeres no están sujetas a parámetros considerados femeninos; esto es, romanticismos dulzones, sometimiento u otros. Las mujeres de estos relatos saben lo que quieren y de qué modo lo quieren. No las dominan discursos oficiales ni están dispuestas a anularse por un hombre. Ellos también pueden ser objetos de deseo, y ellas complacerse con los sujetos y luego olvidarlos, libres de sentimentalismos. Los escenarios son contemporáneos así como las motivaciones; los diálogos resultan creíbles y el erotismo femenino es tan válido y complejo como el de los hombres.
Y en este sentido es paradójico que haya sido eliminado de las bibliotecas estudiantiles este libro que en un punto hace un aporte formativo al dar un respiro a tanto sentimentalismo de vampiros y otras lecturas juveniles, donde se repotencia de manera alarmante un estereotipo femenino que debería ir en retirada.