Una literatura solidaria
Vivian Lavín conversó con el escritor, poeta y coordinador de las Bibliotecas Públicas de la región de Aysén, José Mansilla, sobre el dolor y la generosidad de la escritura patagona y de cómo nace y crece la literatura en zonas donde "el hombre parece ser una casualidad".
En su discurso de incorporación como miembro correspondiente a la Academia Chilena de la Lengua por Coyhaique, pronunciado en esa ciudad en abril del año 2011, el poeta, dramaturgo y escritor José Mansilla Contreras se refería al impacto que le producía "la escritura dolorosa que se ha hecho sobre estas tierras y su gente, que refiere hechos violentos, actos frustrados, una naturaleza que termina doblegando a sus habitantes". Una herida también con el padre, que da cuenta en su poesía cuando dice: "Mateamos en silencio/ nuestras bocas son un manto/ y bebemos la "niebla rezagada"/chupando el verdor de otro inviernos//total se tiene el universo/ para ser espacio de luz/ y beber la sangre/ de los propios emprendimientos/...". Es el poema que lleva por nombre Mate de su libro de título Chilpén, una palabra que evoca las chispas que desprende el crepitar del fuego de leña, la única manera de obtener el calor en esta zona de fríos vientos, lluvia y hielos eternos donde el hombre pareciera ser una casualidad.
José es del norte, de la Región de los Ríos, donde se formó como profesor de educación básica, pero cuando puso el pie en Aysén, la tierra lo adoptó como hijo. Desde entonces ha ido escribiendo y describiendo los usos de estas tierras y su gente, convirtiéndose en un estudioso de la forma que ha adquirido el castellano en una zona de confluencia de ríos y de hablares que refieren a usos y costumbres. Habla desde la sureñidad y dice que nuestra lengua acá se "ha enriquecido por signos lingüísticos, primero provenientes de España y luego de las vertientes chilota, gauchas y, naturalmente, del mundo indígena latinoamericano". Generoso, Mansilla promueve la escritura de otros en ese afán de sentirse acompañado en este oficio solitario. De modo que hablando de la suya, se le van colando nombres y títulos de autores que ya no están y otros que se les puede encontrar en Coyhaique, Puerto Aysén y en los pueblos que esta geografía cobija entre sus pliegues.
Así se asoman títulos canónicos, como Trapananda, que es como también llaman a esta zona, de Enrique Valdés Gajardo, quien ofrece un fresco en tres voces de gentes de Aysén; Antolín Silva Ormeño, un poeta popular que no solo cantó a la naturaleza, sino que a sus habitantes para que se levantaran y lucharan para defender la tierra de Chile Chico. No olvida José Mansilla a las mujeres al citar a Sandra Bórquez, consciente de una sociedad conservadora y machista que las acalla por estas parajes también. "¿Quién te conoce, alma mía/ en esta tierra llena de gemidos?//¿Quién te recordará/ cuando caigan/los últimos suspiros/y los ayes?//Hoy llueve, //llueve// y// gimen// y lloran los cristales...", dice el poeta y pintor Gustavo Adolfo Cáceres en su antología de título Nada ha cambiado en la memoria, en la que el mismo Mansilla participó como editor. Porque la solidaridad que se respira en la escritura aysenina sobrecoge en tiempos de tanto individualismo capitalino y capitalista. No solo hielos eternos guardan estas zonas, también modos de relacionarse con el otro, de ser con los otros, que permiten al afuerino asomarse a la palabra solidaridad en gestos y disponibilidad.
La mano de José Mansilla también está detrás del libro Palabras mayores, que recoge testimonios de vida de hombres y mujeres de Coyhaique, que llegaron a trabajar en un talle de escritura y terminaron escribiendo sus propias vidas, y es allí donde se revela una historia imaginada pero desconocida, "memoria que trae emociones de otros tiempos", como dice el antologador, "memoria que desaparece con el tiempo". Como la de Blanca Galindo Gallardo al recordar la elaboración del trigo mote, del chuño y de la cestería en tiempos en que los supermercados no existían. O la de la madre que a caballo irrumpió en el Regimiento de Coyhaique a buscar a su hijo abusado por la instrucción militar y que trabuco en mano desafió a la cobarde oficialidad que no se atrevió a enfrentarla... O la de Raúl Barría Ojeda cuando rememora que a sus 11 años, el médico del lugar visitaba las casas por si había un enfermito y que atendió a su hermano y le dio una receta un preparado para le fiebre que debió ir a buscar deslizándose por la nieve que ya llegaba a los dos metros en un trayecto de un par de cuadras y que demoró una mañana entera..."memoria que desaparece con el tiempo".
Mansilla también participa en los medios independientes y valientes de la zona, como El Divisadero, donde publicó una serie de crónicas que luego tradujo en el libro Intemperies manuscritas.
Su trabajo como Coordinador de Bibliotecas de la Región de Aysén le permite ir visitando esas 24 bibliotecas públicas que son parte de la red estatal. Llega feliz a esos lugares apartados, a encontrarse con esos hombres y mujeres que toman cada día como un desafío y que le permiten seguir completando ese enorme puzzle humano y geográfico de la Región que luego lleva a las palabras con sones gauchos y chilenos, hablando por los que ya no están.